De entre los variados cuestionamientos que a diario y legítimamente nos asaltan, podemos citar los siguientes: ¿Hasta cuándo durará el confinamiento? ¿Hasta dónde podremos soportar sanamente el aislamiento? ¿Será seguro regresar a nuestras actividades usuales? ¿Cuál será el grado de nuestra nueva normalidad? Desafortunadamente no hay una sola respuesta medianamente aceptable para ninguna de estas preguntas.
Hay gobiernos nacionales, estatales y locales, que están propugnando fuertemente por apurar la reapertura de ciertas actividades comerciales y sociales, en un plazo tan corto como mediados de mayo del año actual (se impone la precisión). Una apuesta altamente riesgosa y –puede que- hasta suicida. Si algo ha caracterizado a las autoridades a nivel mundial ha sido la poquísima visión, atención y seriedad que le prestaron desde un principio a esta nueva amenaza epidemiológica.