Sobre la pantalla se enreda un pasado castigado por el olvido con la certeza de un futuro incierto. Se trata de hacer coincidir la aventura equinoccial de las tres decenas de niños, las 30 luces que anuncia el título y que aún pueblan la región, con la multitud de historias, mitos y fábulas que bajan por la montaña en forma de niebla. Es cine sin tiempo. Es cine de hoy que habla de lo que nos sucede con la misma evidencia que se quiere manifiesto de lo que vendrá y memoria de lo que se desvanece. Es cine no tanto de lo que se ve como de lo que se esconde. Es misterio, milagro y revelación. Sugerente y, en efecto, sonámbula.
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